El pH (del latín, pondus hydrogenium, es decir, peso del hidrógeno) es básicamente una medida del grado de acidez o alcalinidad de una sustancia. Para hacerse una idea, el pH del agua es 7, las sustancias menores de 7 son ácidas y las mayores de 7 son alcalinas.
Aunque el pH cutáneo es ácido y oscila entre 4.5 y 5.9, éste varía según la edad, sexo, localización, factores genéticos raciales y enfermedades de la piel.
La acidez de la piel está definida por un complejo físico-químico denominado manto ácido. Éste, está formado por una capa gaseosa (CO2 y vapor de agua) y una emulsión líquido-grasa (agua de sudor y aceites provenientes de glándulas sebáceas y de procesos de formación de la piel).
Actúa como un potente protector natural evitando que diferentes tipos de gérmenes (bacterias, virus, hongos…) proliferen en la piel. También actúa como protector de la flora normal promoviendo un balance entre la sequedad y el exceso de la grasa cutánea.