Hay diferentes tipos de pieles. Una de ellas, la piel sensible, es más reactiva a ciertos factores a los que una piel normal no reacciona. Suelen ser pieles más finas, más claras y más secas.
Factores como el frío, el calor del verano o el viento pueden hacer que una piel sensible responda descamándose o enrojeciéndose.
Puede ocurrir también que una piel habitualmente no sea sensible, pero que, debido a alguna afección, tenga un periodo de mayor sensibilidad o reactividad.
Por ello, hay que tener cuidados especiales y cuidar el equilibrio del pH en la piel.